Así lo explica la doctora Andrea Slachevsky, académica del ICBM y del Departamento de Neurociencia, directora de la Clínica de Memoria y Neuropsiquiatría de nuestro plantel, subdirectora del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO) de la Universidad de Chile y una de las firmantes de este texto junto a la doctora María Isabel Behrens, académica del Departamento de Neurociencia, del Departamento de Neurología y Neurocirugía Hospital Clínico y del Centro de Investigación Clínica Avanzada, CICA, y al doctor Agustín Ibañez, académico de la Universidad Adolfo Ibañez e investigador asociado de GERO.
“En este texto quisimos abordar la importancia de la pandemia para ciertos grupos de pacientes como son los que padecen algún tipo de demencia, los cuales han sido históricamente desatendidos y, en la situación actual, aún más. El comité ejecutivo del LAC-CD decidió hacer un llamado de atención porque estas son personas que, por una parte, son de alto riesgo frente a la infección por Covid-19 debido a su edad y a que tienen comorbilidades. Además, han sufrido la discontinuación de los cuidados crónicos debido a que las atenciones sanitarias se han centrado en hacer frente a este virus y, por último, se han visto fuertemente afectados, junto a sus cuidadores, por el aislamiento que caracteriza a las cuarentenas”, añade la académica, quien integra el comité científico de la Alzheimer’s Association.
Así, por ejemplo, en la carta explican que “la atención de la demencia se diferencia de la atención médica estándar en que debe incluir apoyo para las actividades diarias. Existen pocos centros de atención a largo plazo en América Latina y el Caribe. Existen millones de habitantes en poblaciones y barrios densamente poblados, en los que familias numerosas a menudo comparten una sola habitación, y muchos consideran inconcebible trasladar a sus familiares con demencia a una residencia para adultos mayores. Sin embargo, las personas mayores no deberían hacer cuarentena en viviendas abarrotadas, donde están expuestas a portadores asintomáticos jóvenes; de este modo, las familias extensas que normalmente crean un espacio protector y brindan cuidado informal pueden generar ambientes que aumenten los problemas de salud mental e incluso el abuso doméstico”.
En este escenario latinoamericano, añaden que soluciones como la telemedicina se enfrentan a barreras como el acceso restringido a internet, porque el 40% de los hospitales de la región no brinda consultas remotas. “Estas condiciones no son uniformes, y hay algunas ciudades con sistemas y recursos de salud más sólidos que podrían cumplir con los requerimientos y necesidades de las personas con demencia mejor que otras. Aquí, presentamos un pedido urgente para que una coalición internacional aborde los problemas relacionados con la atención de la demencia en América Latina y el Caribe; la cooperación regional y la experiencia compartida no pueden ignorarse en estos tiempos difíciles. Esta colaboración en salud mental, posiblemente dirigida por organizaciones no gubernamentales multirregionales dedicadas a la demencia, en asociación con instituciones locales, debería ser la base para coordinar un plan de acción”.
“La pandemia nos impone una serie de urgencias, pero no hay que olvidarse de las personas con patologías crónicas como las demencias, que muchas veces son invisibilizadas y que van a sufrir aún más las consecuencias de la actual catástrofe”, finaliza la dra. Slachevsky