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Cuidar a los que nos cuidan
La experiencia internacional nos alerta respecto de los riesgos de desgaste físico y mental en los equipos de salud, producto -entre otros- de estar expuestos al sufrimiento de los enfermos y de tomar decisiones complejas, en un contexto donde además está siempre presente la amenaza de contagiarse y de contagiar a sus seres queridos. Al igual que el resto de la población, los trabajadores de la salud ya están lidiando con las dificultades propias de medidas como la suspensión de clases en los colegios, las medidas de distanciamiento social y los temores relacionados con las repercusiones económicas de esta enfermedad.
La salud física y psíquica de los trabajadores de la salud debe ponerse al centro de la planificación nacional de la respuesta frente a la epidemia, en un momento en que su aporte será decisivo para la vida de muchas personas. Además de asegurar la provisión de ambientes de trabajo y equipos de protección personal adecuados a los distintos escenarios clínicos, es necesario favorecer una organización del trabajo que permita un descanso mínimo, una alimentación adecuada, la posibilidad de conectarse con sus familias y de disponer de apoyo para la contención de sentimientos negativos. El desafío de diseñar y mantener un contexto laboral que prevenga el burnout de los equipos de salud debe abordarse con la misma seriedad que las medidas tendientes a evitar los contagios de COVID19 como enfermedad profesional, ya que en ambos casos estaremos arriesgando a las personas que cumplen con ese rol y dejaremos de contar con un recurso del que no podemos prescindir como país.
En los últimos días hemos sido testigos de cómo el Colegio Médico y representantes de la academia han solicitado al gobierno tomar medidas para contener los contagios de mayor envergadura y con mayor celeridad que las aplicadas hasta la fecha. Más allá de las diferencias técnicas, políticas y económicas que pudieran estar a la base de estas discrepancias para controlar el contagio de la enfermedad, resulta complejo que estas diferencias se vayan profundizando en un momento en que lo que se requiere es la colaboración y el trabajo conjunto entre autoridades, académicos y profesionales de la “primera línea” , tanto para frenar la progresión de la epidemia como para generar y mejorar los protocolos de atención y los flujos a través de la red asistencial pública y privada.
La incorporación de actores clave como representantes de colegios profesionales, académicos y las sociedades médicas en la planificación de las medidas a implementar tanto a nivel nacional como local, facilitarán que las medidas asistenciales resguarden el bienestar físico y psicológico de los trabajadores de salud y que los equipos en terreno se apropien de ellas. De esta forma los profesionales de la salud podrán desplegar su vocación de ayuda y estarán en mejores condiciones para brindar una atención de calidad.
Las medidas económicas anunciadas, los refuerzos en camas críticas e insumos, son recursos muy necesarios para afrontar esta crisis. Sin embargo, el principal recurso con que contamos son las mujeres y hombres que cuidan de nuestra salud, no podemos olvidar cuidarlos a ellos para contener exitosamente esta epidemia.
Doctor Carlos Ibáñez, Psiquiatra
Jefe de la Unidad de Adicciones
Clínica Psiquiátrica Universitaria
*Esta columna de opinión fue publicada el martes 23 de marzo de 2020 en la edición online del diario La Tercera
Comunicaciones Facultad de Medicina