La esclerosis múltiple es una enfermedad neurodegenerativa y autoinmune que genera un alto grado de discapacidad a las personas que la padecen; se diagnostica mayoritariamente por primera vez entre los 20 y los 40 años, luego de lo cual se va produciendo daño neurológico creciente y acumulativo. “Parte del mecanismo de la patogenia es un desorden inmunológico, en el cual células de defensa frente a agresiones externas atacan a las neuronas, las cuales van progresivamente perdiendo su cobertura de mielina, con lo que se altera su funcionamiento normal y el paciente va perdiendo funciones motoras y cognitivas”, explica el doctor Rodrigo Naves, especialista en neuroinmunología.
A ello, agrega que aunque el curso de la enfermedad es bastante heterogéneo, "básicamente hay dos tipos de pacientes: uno es el recurrente remitente, personas que tienen un evento de alteración neurológica el cual puede remitir espontáneamente, pero después de un tiempo variable vuelve a aparecer, por lo que el daño se va acumulando. El otro grupo son los progresivos, en los cuales después de un trastorno neurológico agudo sigue una acumulación creciente y sin remisión del deterioro neurológico y discapacidad”.
Para el primer grupo, que son cerca del 80% de los pacientes, añade que se han desarrollado varias estrategias terapéuticas comerciales: es decir, tratamientos inmunomoduladores –basados en el uso de citoquinas, anticuerpos o péptidos- cuyo objetivo es “apuntar a procesos más específicos dentro de la respuesta inmune, interrumpiendo una de sus vías neuroinflamatorias”. Estas terapias no son curativas, sino que retrasan la aparición del siguiente brote y disminuyen su gravedad. Pero hay otro problema, añade el doctor Naves: “No existe forma de predecir cuál de ellas va a ser más efectiva para un paciente. Ahora se determina sólo a través del ensayo y error, siguiendo al paciente en el tiempo para ver su evolución; pero como es tan lenta, se requiere de un par de años de tratamiento para reevaluarlo mediante evaluaciones clínicas y de imagenología, con el fin de ver si disminuyó el número de lesiones cerebrales, y así recién saber si la terapia elegida fue la mejor. Además, aproximadamente un 40% de los pacientes recurrente-remitente no responden a las distintas terapias”.
Respecto a estas estrategias terapéuticas, el equipo del doctor Naves sostiene que parte de los problemas en su efectividadse deben a que “todas ellas se administran sistémicamente, de forma subcutánea o intramuscular. Es decir, circulan por todo el organismo, no sólo en el sistema nervioso central, que es donde se está originando el daño. Eso hace que estos tratamientos deben ser administrados en altas dosis y frecuencia, de manera de garantizar que parte de este compuesto activo pueda llegar al SNC y hacer efecto donde debe tenerlo. Asimismo, puede causar efectos secundarios como el síndrome seudogripal o exacerbaciones de la enfermedad debido a una inmunosupresión sistémica. Incluso, la misma administración tiene otros inconvenientes: hay un porcentaje considerable de enfermos que manifiestan rechazo a las inyecciones, lo que genera ansiedad, reacciones locales y baja adherencia a los tratamientos”.
Pequeñas moléculas directo a la zona afectada
En base a estas conclusiones, el equipo investigador propone desarrollar una plataforma que permita administrar directamente al SNC estos mismos inmunomoduladores mediante una nanoformulación, con el fin de disminuir significativamente sus dosis y frecuencia.
¿En qué consiste la nanoformulación? Se trata de nanopartículas o moléculas de origen sintético muy pequeñas, en el orden de los micrómetros, que pueden ser cargadas en su interior con distintos componentes. Internacionalmente ya se han probado en su inocuidad y son biodegradables. De esta forma, cargarán estas nanopartículas con uno de los inmunomoduladores, para probar su efectividad al facilitar su ruta directamente al SNC y que allí tenga los efectos inmunosupresores, suprimiendo a las células inmunes que generalmente provocan el daño; “incluso, esperamos que pudiera inducir a que otras células del SNC secreten factores que ayuden a reparar el tejido dañado. Podría ser una posibilidad”.
Esta etapa de prueba de conceptos se realizará en modelo animal con encefalomielitis autoinmune experimental, EAE, que es el que se usa para estudiar esclerosis múltiple. Son ratones con un componente genético que les otorga susceptibilidad a la enfermedad; se les administra periféricamente pequeños péptidos que provienen de la mielina, lo que produce una respuesta inmune que es desmielinizante y se asocia con un cuadro inflamatorio, facilitando la permeabilidad de la barrera hematoencefálica y, por ende, la entrada al SNC de las células inmunes que se activaron en el bazo o en los linfonodos, produciendo una desmielinización de síntomas similares a los de los pacientes.
De resultar exitoso el uso de la nanoformulación, que permite una liberación lenta del activo inmunomodulador, aumentará la eficiencia de la terapia al permitir disminuir las dosis y su frecuencia, así como su eficacia, en términos de lograr una mejor respuesta del paciente, más duradera en el tiempo y con brotes de menor gravedad. Esto, incluso, podría redundar en muchas ventajas y beneficios para los enfermos y el sistema de salud, incluso en términos económicos, pues al reducir las dosis se requiere adquirir menos medicamentos.
Finalmente, sentencia el doctor Naves, este nuevo método “podría encapsular inmunomodeladores o cualquier fármaco que fuese eficiente o efectivo para otras enfermedades neurodegenerativas con un componente inflamatorio al menos en su primera etapa, como el Alzheimer, y que se han tratado con antiinflamatorios del tipo no esteroidal, con resultados decepcionantes”.