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El doctor Jadresic es el primer médico no estadounidense en recibir esta distinción

Primera vez que se entrega a un médico no estadounidense

Dr. Enrique Jadresic recibirá el premio Martin Symonds

Esta distinción, otorgada por la Association of Women Psychiatrists, se instauró en el 2000 para honrar a varones que cumplieran el criterio de ser un “Hombre de Buena Conciencia”. El término fue acuñado por la psiquiatra Leah J. Dickstein, en 1991, para identificar y honrar a varones líderes de opinión que, reconociendo los problemas de prejuicios de género, está dispuesto a apoyar activamente que las mujeres reciban un trato equitativo, ayudando y recomendando a aquellas que están dispuestas a asumir roles de liderazgo.

Luiz Davidovich, físico brasileño; Lucía del Valle, emprendedora de OpenBeauchef y estudiante del Doctorado en Ciencias Médicas; Heloísa Paterno, estudiante universitaria de Brasil; Isaac Díaz, estudiante de Costa Rica; y May-Britt Moser, Premio de Medicina (2014).

Encuentro organizado por la Academia Brasileña de Ciencias

Estudiante del Doctorado en Ciencias Médicas dialoga con Premios Nobel

A mediados de abril, 35 estudiantes de América Latina y el Caribe participaron en un diálogo con tres Premios Nobel para analizar de qué manera la ciencia puede beneficiar a la sociedad. La Casa de Bello fue representada por la estudiante del Doctorado en Ciencias Médicas, Lucía del Valle, quien además es parte de la startup Candel Medical Company de OpenBeauchef.

La IV Jornada CICA contempló la exposición de más de 40 poster de las investigaciones que se realizan en estos centros.

Avances y trabajo mancomunado

Medicina traslacional, desafío de futuro

Creciente interés ha despertado entre académicos y estudiantes de pre y postgrado de la Facultad de Medicina las jornadas de los Centros de Investigación Clínica Avanzada, CICA, que este 24 de abril de 2024 tuvieron su cuarta versión, reuniendo a más de un centenar de inscritos.

Escuela de Salud Pública acoge reunión mensual

CESA avanza en sus estrategias de planificación del trabajo anual

Establecer las nuevas directrices del trabajo del Centro Especializado para la Prevención del Consumo de Sustancias y el Tratamiento de las Adicciones, CESA y sus acciones estratégicas a corto y largo plazo, fueron parte de los objetivos desarrollado en la reunión mensual, según nos cuenta el Dr. Jorge Ramírez, uno de los tres investigadores ESP que son parte del nuevo Centro.

Al centro el decano de la Facultad de Medicina, dr. Miguel O'Ryan; la rectora de la Universidad de Chile, dra. Rosa Devés; la directora del Hospital del Salvador, dra. Victoria Pinto, y la decana de la Facultad de Odontología, dra. Irene Morales, junto al equipo directivo de nuestro plantel

Trabajos están cerca del 80% de avances

Hospital del Salvador muestra su futuro

Con el objetivo de dar a conocer los avances en el levantamiento de la nueva infraestructura de este recinto asistencial, su directora, doctora Victoria Pinto, se reunió con autoridades de la Universidad de Chile.

Es fundamental controlar la propagación del vector

Más allá del dengue

En medio del auge de casos de esta infección que se vive en los países vecinos, así como del reciente descubrimiento del mosquito que transmite la enfermedad en la provincia de Los Andes, académicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile hacen un llamado a la calma pero, al mismo tiempo, a la prevención.

Y Maestro de la Medicina Interna Chilena

Doctor Miguel Oyonarte, nuevo miembro honorario de la Academia de Medicina

Dr. Miguel Oyonarte, miembro honorario de la Academia de Medicina

Corazón de maestro. “La docencia ha sido magnética para mí, como un imán”, dice el doctor Miguel Oyonarte Gómez, cardiólogo y profesor emérito de la Universidad de Chile. Maestro de la Medicina Interna Chilena desde el 2 de octubre recién pasado y miembro honorario de la Academia de Medicina de Chile desde el 17 de noviembre próximo. Por sus manos ha pasado tanto el desarrollo disciplinar e institucional de su especialidad como el ponerla a disposición de clínicos, residentes e internos, pero antes que nada al servicio de los pacientes. Gracias a ello, han sido posibles decenas de trasplantes y se han salvado vidas, pero también nuevas generaciones de cardiólogos de la Universidad de Chile han contribuido a mejorar la salud del país.

“En primer año de medicina fui ayudante alumno de biología; me encanta la docencia, y cuando era interno, algún ayudante me pedía tomar a los estudiantes de semiología y yo feliz. Hay una cosa instintiva, un imán, un magnetismo que he sentido toda mi vida hacia la enseñanza, a poder trasmitir lo que sé y vivirlo en conjunto. Para mí la enseñanza clínica al lado del paciente es inigualable, mostrar a un alumno el pulso carotídeo, el pulso venoso, los soplos, entrenarlos en la técnica de examen y después poder discutir los hallazgos, las implicancias terapéuticas; eso no tiene precio, es un agrado extraordinario y se trae con uno o no se trae; yo recibí el don de que me guste enseñar. Y en ese escenario uno siente  alegría, pero a veces inquietud e incluso miedo; si no se sabe algo es bueno decirlo y estudiarlo juntos; enseñar es un proceso y nunca una situación es igual a la otra, nunca. Aunque se visite al mismo paciente más de una vez para hacer una demostración no van a ser dos ocasiones idénticas, porque no son los mismos estudiantes, porque uno no está con el mismo ánimo ni el paciente tampoco; es una situación dinámica, cambiante, siempre un desafío. Es muy linda la docencia”.

El San Borja como alma mater

Su carrera académica y asistencial ha estado vinculada más que nada al Hospital San Borja Arriarán y al Departamento de Medicina Interna Centro de la Facultad de Medicina. “Me tocó llegar el año 1965, en el tercer año de la carrera, al antiguo San Francisco de Borja, donde estuve hasta quinto; hice sexto en otros hospitales y volví para hacer mi internado en la cátedra Rojas Villegas. Ahí me quedé becado, y después me fui postbecado a Puerto Montt por tres años, para luego hacer la beca British Council en Cardiología en las universidades de Londres y de Liverpool, Inglaterra, entre 1976 y 1978. Al terminar esa beca tuve dos o tres muy buenos ofrecimientos para quedarme, pero preferí volver a mi alma mater, porque además de ser un hospital tremendamente acogedor, con mis maestros antiguos, muchos de mis amigos de la época de la universidad y del postgrado, había una escuela cardiológica y me parecía que mi camino estaba ahí, tanto en lo asistencial como en lo académico. Allí, desde 1979 hice todos los peldaños de la carrera hasta llegar a profesor titular en 1994, y desde el año 91 y hasta 1997 fui director del departamento. Y lo ejercí con mucho amor por la institución y por mi facultad,  siempre con la idea de mejorar, de ir renovando nuestros cuadros con jóvenes académicos, con mucho éxito porque ellos después llevaron la antorcha y creo que lo han hecho extraordinariamente bien. Tengo varios ex becados que hoy son directores y profesores de departamento”.

Ese año, recuerda, ganó el cargo de director del Centro Cardiovascular del Hospital Clínico Universidad de Chile, “que siempre ha sido de gran nivel en nuestra especialidad. Mientras estuve alcanzamos muchos logros; por ejemplo, hicimos más de una veintena de trasplantes. Fue muy enriquecedor, un gran trabajo con todo el grupo, con equipos de primer nivel”. Al cierre de ese ciclo, en el 2006, “decidí no irme al sector privado para volver a mis raíces y tuve la suerte de ganarme otro concurso, por lo que en el 2007 fundamos el Centro Cardiovascular del Hospital San Borja Arriarán, que había sido un servicio, pero ahora teníamos esta visión más integradora, con cardiocirujanos y distintos expertos en cardiología, además de cirujanos vasculares. Esta unidad ha sido muy exitosa, en el sentido de mejorar muchos índices de salud pública y resolver problemas del área central de salud de Santiago, aunque seguimos en déficit del número de cirugías que deberíamos tener anualmente respecto de la población a nuestro cargo; pero volvimos a formar becados de cardiología, comenzamos con la beca en hemodinamia y con la de cardiocirugía, que solamente existía en el HCUCH. Así que alcanzamos una serie de metas… pero la biología es implacable, se cumplen los ciclos y me fui al retiro, y en eso estamos”.

Por toda esta trayectoria, sentencia, “el Hospital San Borja tiene para mí una mezcla de objetivo y subjetivo: en lo primero, es un recinto con una tremenda tradición especialmente en el área cardiológica, que en docencia ha tenido grandes profesores en todas las especialidades. En lo segundo, es un lugar con mucha tradición universitaria, que me conquistó. Siempre he sentido un llamado misterioso a desarrollar ahí mi trabajo, indefinible, es como una vocecita interior que lleva a elegir ese camino, ese lugar y no otro”.

Cinco décadas de avances

¿Qué avances disciplinares, cuáles son los hitos más relevantes que le ha tocado presenciar y transmitir?

Tuve la suerte de coordinar y dirigir a las distintas secciones del Centro Cardiovascular del HCUCH, y en esto son muy importantes los líderes. En ese lugar –así como después en el San Borja-, conté con cirujanos de gran inquietud; por ejemplo, en esto de la trasplantología el doctor Jaime Zamorano fue de un dinamismo extraordinario, pero al mismo tiempo tuvimos un equipo de dirección académica y económica en el HCUCH que nos facilitó el trabajo de modernización y reequipamiento del centro, de manera que esos líderes pudieron desarrollarse mucho mejor. Y un poco basado en esa experiencia, cuando volví al San Borja también fui escuchado y se nos dieron nuevas herramientas de equipamiento para mejor diagnóstico y tratamiento, aunque quizás no todas las que yo hubiera querido. Sin ir más lejos, hace dos o tres años teníamos el proyecto de partir con los trasplantes cardíacos, pero lamentablemente con el Covid-19 y luego el incendio de febrero de este año eso se paró.

“Hemos vivido en la cardiología, etapas de muy buena clínica con el electrocardiograma y la radiografía primero, que se enriqueció en los años ‘60 con la hemodinamia y la angiografía. Pero en los años ‘70 -y es lo que aprendí estando en Inglaterra-, tuvimos el impacto inconmensurable de la ultrasonografía y la ecografía; me tocó entrenarme en ello cuando estaba muy en pañales, hice el primer ecocardiograma en el San Borja a mediados de 1979”.

Esos hitos, añade el doctor  Oyonarte, “así como posteriormente la cardiología intervencional, han sido espectaculares en el desarrollo de mi especialidad; en ambos hospitales he tenido la suerte de poder también ser testigos o participar en su implementación, generando las condiciones para que estos grupos se desarrollen. La Unidad Coronaria del San Borja es de gran nivel y en el Centro Cardiovascular se está participando regularmente en estudios multicéntricos; ahora se implantan protésicas percutáneas, vía transarterial (TAVI) y dispositivos de asistencia ventricular con frecuencia. He presenciado el progreso vertiginoso de las técnicas no invasivas e invasivas en la cardiología y en la cardiocirugía también, a través de nuevas válvulas, nuevas técnicas, de la trasplantología que se sigue desarrollando… ha sido un privilegio ser parte de esto durante los últimos 50 años”.

Usted también ha estado vinculado al desarrollo de la ética clínica…

Es una de las cosas que son muy atractivas en el seno de la Academia de Medicina porque cultivan bastante el tema. Me diplomé en bioética en el año 2003 y desde entonces he integrado comités de ética clínica tanto en el HCUCH como en el San Borja, y estoy muy de acuerdo con que hoy se enseñe esta disciplina desde los comienzos de pregrado, cosa que en nuestra generación no estaba tan sistematizada su enseñanza. En mi caso personal me ha gustado muchísimo pertenecer a los comités de ética, es motivo de estudio para mí, y es una de las fortalezas de nuestro mundo académico en la Facultad de Medicina: su enorme respeto hacia la ética.

Desde esa perspectiva, ¿qué opina de la legalización de la eutanasia?

Creo que uno de los grandes avances en medicina ha sido en el ámbito de los cuidados paliativos y en materia de la proporcionalidad y la limitación en el esfuerzo terapéutico. La eutanasia está un paso más delante de eso y, muy en lo personal, creo que hay casos que he conocido en que la entiendo y acepto, pero creo que tiene que ser la última de las posibilidades. Primero debe estar el buen manejo del dolor y los cuidados paliativos, y muy especialmente respetando la autonomía del paciente; con eso se puede dar una calidad de vida de una manera más llevadera y satisfactoria, pero no soy partidario de mantener la vida a ultranza a costa de sufrimiento físico y moral. Ahí es donde los comités de ética tienen su gran valor para orientar, porque se puede prolongar artificialmente la vida; pero moralmente, desde lo valórico, si el paciente no lo desea, estamos en una confrontación de lo biológico, lo ético y moral.

¿En qué áreas cree usted que la Academia de Medicina podría ser una mayor contribución, en la que usted podría ser parte?

En los aspectos de educación médica hay un camino de amplia experiencia, y también tienen mucho que decir en temas contingentes en salud, en cuanto a acceso a ella y a probables soluciones.  Otro ámbito es acerca del camino y futuro de la investigación en Chile, y muy especialmente debiéramos tener una voz sobre el porcentaje del PIB que debe dedicarse a generar nuevo conocimiento, porque nos va a costar dejar el subdesarrollo si no es así.